El acto de colación del Colegio Preuniversitario Dr. Ramón Cereijo, dependiente de la UBA en Escobar, quedó atravesado por una imagen que condensó dolor, denuncia y un pedido urgente: “Basta de bullying en la UBA”. Con ese cartel en alto, Rosana Plaza, madre de Matilda Angeleri, exigió visibilizar el hostigamiento que —según relata— su hija sufrió durante años y que, afirma, la empujó al suicidio el pasado 27 de septiembre, cuando tenía 18 años.
La escena ocurrió en el Aula Magna de la Facultad de Derecho, durante la entrega de diplomas. El primer nombre llamado fue el de Matilda. Rosana subió al escenario entre lágrimas, recibió el diploma de manos del intendente de Escobar, Ariel Sujarchuk, lo besó y lo levantó al cielo. Antes de retirarse, mostró un cartel con un mensaje que también incluía el nombre de Matías Rolfi, el estudiante de Medicina de 27 años que murió tras caer del segundo piso de su facultad y cuya familia también denunció situaciones de acoso.
“No aguantó más”: el relato de una madre y la vida escolar atravesada por el hostigamiento
La historia de Matilda, según sostiene su mamá, estuvo marcada por el bullying desde el primer día en el colegio. Rosana recuerda que la adolescente sufría burlas constantes, agresiones físicas y aislamiento. También padecía problemas alimentarios y una fuerte exposición a redes sociales, una combinación que —describe— profundizó su angustia.
“La tiraban contra la puerta y le decían ‘gorda, correte de acá’”. “En el recreo siempre estaba sola”, detalló Rosana, que asegura haber advertido a la institución en numerosas oportunidades. Incluso cuenta que Matilda y otro compañero habían pedido asistencia por una tercera estudiante que atravesaba una situación similar.
La madre sostiene que esas alarmas no derivaron en acciones efectivas: “No digo que sean culpables, pero imaginate la cantidad de horas que pasan esos chicos ahí adentro. No supieron preservar a las personas”, dijo sobre la escuela. La muerte de Matilda ocurrió una semana después de que ella decidiera no viajar a Bariloche con el resto de los egresados: sabía —explicó su mamá— que se sentiría sola.
La respuesta del colegio
Tras hacerse pública la historia, el Colegio Preuniversitario Ramón Cereijo emitió un comunicado en el que negó que la estudiante hubiera sufrido “años de bullying” sin intervención institucional. “Desde el comienzo estuvimos junto a Matilda en la búsqueda de su bienestar”, señalaron, mencionando acciones de contención del Departamento de Orientación Escolar y diálogo con la familia y los profesionales de salud que trataban a la joven.
La institución agregó que, tras su muerte, reforzó políticas de cuidado y acompañamiento al alumnado.
El dolor que conecta dos tragedias
El caso de Matilda volvió a cobrar fuerza cuando se conoció el fallecimiento de Matías Rolfi. Según su entorno, el joven también era víctima de burlas y hostigamiento. Para Rosana, ambos episodios revelan un problema más profundo en el sistema educativo de la UBA: “Una institución inmensa que, para muchos jóvenes vulnerables, se vuelve un arma de doble filo”, expresó.
Por eso decidió transformar la ceremonia de colación en un acto de denuncia. “Yo no busco sangre. Busco concientizar”, dijo. El cartel que sostuvo frente al auditorio resumió ese propósito: “Matilda presente. Matías presente. ¡Basta de bullying en la UBA!”.
La imagen recorrió las redes y reabrió una discusión sensible: la responsabilidad de las instituciones educativas frente al acoso escolar y la necesidad de mecanismos eficaces para intervenir y prevenir tragedias que, como en el caso de Matilda, llegaron demasiado tarde.

