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Masajes “truchos”: abundan y dañan

El ejercicio ilegal de la kinesiología es más común de lo que parece; es importante cuidarse de los masajistas “truchos”; aquí explicamos cómo reconocer a un kinesiólogo matriculado.
Bioenergetista, masajista, especialista en drenaje linfático o dígito presión, auxiliar de kinesiología, asistente de fisioterapia… de la mano del crecimiento de la “new age” y de la búsqueda de bienestar físico y estítico, proliferaron muchos especialistas con títulos pseudo-kinesiológicos. Sin embargo, atenderse con un pseudos-profesional tiene sus riesgos. Como mínimo, que no se produzca la curación que promete. Pero tambiín, en muchos casos, agravamiento de los síntomas y daños varios.

Por ley, la fisioterapia y kinesiología sólo pueden ser ejercidas por profesionales con título de grado universitario y matrícula profesional, nacional o provincial. ¿Cómo reconocer a un verdadero kinesiólogo? Este tiene la obligación de exhibir el título de grado y la habilitación de su gabinete. Los títulos habilitados para ejercer la profesión son: Kinesiólogo, Kinesiólogo fisiatra, Lic. en Kinesiología y fisioterapia, Lic. Kinesiólogo Fisiatra, Terapista físico y Fisioterapeuta.

“El crecimiento de la oferta de tratamientos pseudo-kinesiológicos tiene principalmente dos causas”, explica Horacio Fourquet, vicepresidente del Colegio de Kinesiólogos de Provincia de Buenos Aires. “Por un lado, a partir de la crisis de 2002, una serie de escuelas empezaron a ofertar cursos con la promesa de rápida salida laboral. Por otro lado, esta situación estaba avalada por la Ley de Educación Superior del menemismo, que estableció la posibilidad de aprender y estudiar cualquier cosa, lo que no implica su ejercicio”.

A esta situación, el especialista suma las tendencias estíticas y de cuidado físico, que generaron un público ávido de soluciones “mágicas” para verse y sentirse mejor. Sin embargo, hay muy poca percepción del riesgo que se corre al no estar atendido por un profesional en la materia: “Las personas que ofrecen estos servicio no tienen una formación que les permita un conocimiento pleno de las consecuencias de lo que hacen. Muchas veces, saben lo que hacen pero no por quí lo hacen”, señala Fourquet.

Las consecuencias de estos tratamientos suelen ser: lesiones, agravamientos de patologías, daños irreparables y en el mejor de los casos, son inocuos. Es decir: no curan lo que prometen curar.

“El problema es cuando se utiliza aparatología, como láser, magnetoterapia o ultrasonido, en pacientes que no pueden recibir ese tipo de terapia, como por ejemplo en casos de metastasis tumoral, epífisis de crecimiento o ultrasonido en los tres primeros meses de embarazo”, ejemplifica Fourquet.

Fuente: www.zonanortediario.com.ar

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