Ignacio “Nacho” Fernández Madero, uno de los preparadores físicos más influyentes del rugby argentino, murió este lunes a los 64 años tras una larga lucha contra un cáncer de páncreas. Su figura dejó una huella profunda en Los Pumas, en el San Isidro Club (SIC) y en varias generaciones de deportistas que lo consideraban un ejemplo de vida, energía y fortaleza.
Fernández Madero integró el staff técnico del seleccionado argentino durante la etapa que culminó con la histórica medalla de bronce en el Mundial de Francia 2007 y fue preparador físico del SIC durante décadas. También trabajó en clubes como La Salle, Buenos Aires, San Patricio, Regatas y CUBA, además del seleccionado de la URBA y distintos grupos de entrenamiento que lideró durante más de 40 años, especialmente en el Rosedal de Palermo.
Su enfermedad se hizo pública en junio de 2023, cuando envió un mensaje a sus alumnos contándoles que le habían detectado un tumor en el páncreas. Lo afrontó con un espíritu que sorprendió incluso a quienes lo conocían bien: siguió entrenando, mantuvo cada clase a las 6 de la mañana y multiplicó su presencia en el SIC. Aquel primer entrenamiento tras el diagnóstico reunió a cientos de personas que lo ovacionaron. Él respondió con su sello: “Vamos a pelear esto con alegría”.
Durante los dos años siguientes continuó asistiendo a cada clase salvo por viajes y controles médicos. También recibió el apoyo permanente de exjugadores de Los Pumas, amigos y personalidades del deporte y el espectáculo que valoraban su dedicación y su energía. Con el permiso de sus médicos, incluso pudo viajar al Mundial 2023 en Francia junto a sus hijos.
Su impacto en el SIC fue inmenso: acompañó al plantel superior en la campaña del título de la URBA y fue llevado en andas por el equipo durante los festejos. Los jugadores lo señalaron como una fuente constante de inspiración. “Siempre dice: el remedio es el SIC y los chicos, y nuestro remedio es él”, había expresado uno de los entrenadores del club. “La final la jugamos por él”, resumieron los jugadores.
Hacia mediados de este año, pese a algunos signos alentadores en estudios clínicos, el cáncer volvió a avanzar y las quimioterapias dejaron de ser una opción. Aun así, Fernández Madero siguió en actividad hasta la última semana: estuvo en las prácticas del SIC, acompañó la entrada en calor de la final contra Newman y continuó dando clases en Palermo.
Su círculo íntimo, sus alumnos y las figuras que lo acompañaron durante su tratamiento destacaron siempre su actitud frente a la enfermedad: “Voy a pelearla, a vivir, a soñar ahora y por siempre”, había dicho desde el primer día.
El viernes anterior a su muerte fue internado en el Instituto Fleming. Falleció este lunes rodeado de su familia y del enorme afecto que generó en el deporte argentino. Su legado queda marcado en generaciones de jugadores, en miles de entrenamientos y en una manera de vivir que él repetía como principio: celebrar la vida incluso en los momentos más difíciles.

