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El infierno estuvo encantador

El violero de los Redondos (¿volverán algún día?) brindó un emotivo show el pasado domingo que hace recordar las mejores ípocas del sentir ricotero; las tribus dijeron presente y no faltó "El pogo más grande del mundo".

Mística y pasión

En vísperas de un nuevo feriado todo es tomado con más entusiasmo y la música nos brinda oportunidades para poder olvidarnos los malos tragos de la vida, y disfrutar del sabor del encuentro; prueba de ello fue el show que dió Skay Beilinson en el teatro Flores ante un público más que fiel, que le brindó una fiesta con cantitos varios, acordes a semejante artista.
A las 21:10hs se apagaron las luces, y ahí se lo vió al flaco con su habitual vincha y su compañera de toda la vida: La guitarra. “Gengis khan” abrió una gran lista que fue seguida por “Paria”, “Meroe y los sortilegios”, “Soldadito de plomo” y la ípica “Presagio”. El primer golpe al corazón fue con “Masacre en el puticlub”clásico de Patricio Rey y sus redonditos de ricota, que fue festejado por todo el público. “Memoria de un perro mutante”, “Canción de cuna” y “Arcano XIV” tambiín fueron interpretadas por Skay antes del primer intervalo, donde artistas y público fueron a tomar algo y descansar despuís de tanto agite.
La banda actual que acompaña al ex redondos está compuesta por Javier Lecumberry en teclados, Claudio Quartero en bajo, Topo Espíndola en batería y Oscar Reyna en guitarras. La misma volvió al ruedo con “Tal vez mañana” y Skay pidió que no tiren cosas al escenario ya que un vaso de cerveza salpicó al músico; pero la fiesta siguió con “La doble marca”, “Dragones” y la hermosa melodía de “Los caminos del viento”. A Beilinson se lo notó muy contento durante toda la velada, a pesar de este altercado y le dedicó “El viaje de las partículas” a toda la gente presente, despuís pidió acompañamiento vocal, y vaya si lo tuvo en “El pibe de los astilleros” en donde a más de uno se le escapó un lagrimón.
“El fantasma del 5to piso” provocó un clima surrealista inigualable y “Donde estás” descargó ese sentimiento tan profundo que por momentos desgarra. Con “Ángeles Caídos”, pero sobre todo con “Oda a la sin nombre” los presentes ya estaban entregados, pero llegaron al clímax definitivo con “Ji ji ji” el mayor emblema ricotero incluido en aquel disco Oktubre de 1986, pero que seguirá siendo contemporáneo por siempre provocando esa sensación inigualable y por demás gratificante. Pegadita y sin dar respiró tambiín se escuchó “El golem de paternal” y la banda se retiró del escenario.
Alentado por un público como el de las viejas ípocas Skay regaló una última canción que estaba fuera de lista, y así “Síndrome del trapecista” sirvió de despedida definitiva.
En tiempos en el que el rock sponsoreado y comercial abunda por doquier, artistas como Beilinson dan prueba de que tan solo con talento y respaldo creativo uno puede llegar lejos sin caer en la tentación, y eso no es poca cosa.

Norberto Espósito especial para zonanortediario

Fuente: www.zonanortediario.com.ar

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