El Gobierno volvió a sacar del cajón una vieja receta: quien compre dólar oficial no podrá operar en los mercados financieros durante tres meses. El Banco Central, con la Comunicación “A” 8336, reinstaló desde hoy la llamada “restricción cruzada”, un clásico de la era del cepo que parecía enterrado pero siempre encuentra la manera de resucitar.
La medida, según explicaron en el BCRA, busca evitar los “rulos” que se habían multiplicado con la brecha cambiaria en alza entre el contado con liquidación, el MEP y el tipo de cambio oficial. En criollo: si alguien compraba barato en un mercado y vendía más caro en otro, el Central se quedaba sin reservas. Para frenar eso, la respuesta fue el ya conocido candado.
Lo curioso es que hasta ayer la traba era solo para empresas y funcionarios del sistema financiero; ahora alcanza también a las personas de a pie. Es decir, al ahorrista que todavía se ilusiona con comprar “dólar ahorro” le piden que firme una declaración jurada en la que promete no tocar el MEP ni el contado con liqui por 90 días. Una suerte de voto de castidad financiera.
El director Federico Furiase intentó poner paños fríos asegurando que “las personas pueden seguir comprando dólares para ahorrar”. Claro que la condición es guardarlos bajo el colchón, porque si alguien se le ocurre usarlos para moverse entre mercados, automáticamente queda inhabilitado.
El resultado fue inmediato: las cotizaciones financieras subieron y la brecha se agrandó, justo lo contrario a lo que el Gobierno dice querer evitar. Pero nada nuevo bajo el sol: cada vez que reaparece el cepo, el mercado encuentra la manera de esquivarlo.
En definitiva, el BCRA dice que la medida es para “evitar distorsiones”. La realidad es que, con este nuevo revival del cepo, la distorsión es la norma: más burocracia para el que compra, más trabas para el que opera y, de fondo, la misma historia repetida. Argentina, edición 2025, capítulo “restricción cruzada”.